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jueves, septiembre 13, 2012

Remy de Gourmont (II).



- Existen cosas de las que hay que tener el coraje de no escribir.

- Aprender por aprender es quizá tan grosero como comer por comer.

- Algo peculiar: en literatura, cuando la forma no es nueva, el fondo tampoco lo es.

- La modestia es una tímida confesión de orgullo.

- Saber lo que todos saben es no saber nada.

- Los enfermos siempre son optimistas.

- El pueblo puede hacer revueltas, nunca revoluciones. Las revoluciones siempre vienen de arriba.

- La dicha, como la riqueza, siempre tiene sus parásitos.

- En ocasiones, una mujer tiene piedad de las penas que causa sin remordimiento.

- Hay que ser dichosos. Nos debemos esto, aunque sólo sea por orgullo.

- Para ser veraz, una novela debe ser falsa.

- Muchas personas que, no obstante, son inteligentes, se preocupan mucho más de lo que dicen los hombres que de lo que estos hacen.

- No hay lectura más agradable que Don Quijote ni hay nada más atroz que la imitación, en un género serio, del estilo cervantino.

- Casi todas las protestas colectivas serían justas y eficaces sin no fueran estropeadas por el cariz de demencia y fanfarronería que le dan la ambición desordenada y la mediocridad de los jefes de cada movimiento.

- La duda es una cosa excelente; pero cuando se duda de algo hay que saber expresar por qué. De lo contrario se cae en la estupidez.

- Todas las ironías, por más ingeniosas y refinadas que estas sean, proceden de una mueca que es siempre la misma, la de la muerte.

- El sacrificio es aprovechado sobre todo por quienes lo aprovechan.

- Un oyente que comprende es la mitad del discurso.

- La mayor parte de los hombres inteligentes actúan como si fueran idiotas.

- No se nota que las personas inteligentes se las arreglen mejor ni comprendan más que los otros.

- La verdad está en los hechos, no en la razón. 

Pasos en la arena.

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