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lunes, agosto 15, 2011

Sansón agonista


De vez en cuando me preguntan si me gusta tal o cual grupo español de mi quinta, y siempre respondo con evasivas, por una razón muy sencilla: es imposible juzgar con objetividad a alguien con el que estás compitiendo. Por un lado no tienes la suficiente distancia para apreciar su trabajo desde el punto de vista del oyente, “desde fuera”, sino que uno, consciente o inconscientemente, se fija en la carpintería del asunto, en cómo está hecho, y lo compara con lo que uno mismo es capaz de hacer.

Por otro, todos los grupos competimos por un espacio en la atención de la gente. Contra otros grupos de tu misma generación, y contra los grupos que viene después. Es cierto que muchas veces se crean escenas que provocan que unos grupos se beneficien del éxito de los otros, pero en el largo plazo los grupos que no hayan sido capaces de crearse su propio público acaban desapareciendo, en cuanto ese sonido o esa escena pasa de moda.

La música no es una actividad teórica que pertenece al reino de las musas, es una actividad emimentemente práctica que depende de sus circunstancias objetivas. Por ejemplo, la subida del precio de la gasolina puede ocasionar que un artista no pueda mover una banda y se vaya a tocar solo con la acústica, y que eso acabe afectando su forma de componer.

Como dice Richi, los grupos somos equipos de fútbol. Y como dijo no sé qué escritor “a mí no me puede gustar alguien que no sea mejor que yo”. Sin duda unos grupos son mejores que otros, pero todos pensamos que nuestro grupo es el mejor.

Paradójicamente, los grupos no somos capaces de juzgar nuestro propio trabajo, ni el de los demás.

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